Buscando si había obras de Umberto Eco para poder descargar gratis en pdf encontré solamente el texto de una conferencia de marzo 1981. Parece que en Italia se respetan muchos los derechos de autor.
No sé por qué, tuve inmediatamente deseo que esta página fuera conocida – muy pocos deben saber que existe – lejos que yo quisiera hacer con esto un homenaje a Borges.
Más bien con un sentimiento de bronca.
Eco, al inicio de su alocución, habla de “empezar con la lectura del Libro” y cuando termina la lectura de los abundantes párrafos, dice al público “El texto leído, como todos saben,es de Jorge Luis Borges, de su obra La Biblioteca de Babel. Y mas adelante recalca “volviendo a escuchar”.
Así “como todos saben”, y a quien se lo dice, a un público heterogéneo.
No quiero inferir con esto sobre la cultura del publico italiano, nada que ver.
Pero me refiero que un exponente de la cultura como Eco no tiene duda en reconocer y hacer como si todos conociera la universalidad del texto de Borges.
Me pregunto si en Argentina, el publico, los inteletuales ( ¿cuáles?), nosotros estamos dispuestos a reconocer esta universalidad de Borges con la misma “veneración”.
De Bibliotheca
Umberto Eco
Si alguien no conoce, aunque someramente quien es Umberto Eco y Jorge Luis Borges no lea esto. Estará bien lo mismo.
Estamos en 1981, el 10 de marzo. Se celebran los 25 años de actividad de la Biblioteca Municipal del Milán.
Umberto Eco amigo de las bibliotecas y de esta biblioteca se dirige brevemente al público presente.
"Yo creo que en un lugar como este, que despierta una natural veneración, es oportuno empezar como en una ceremonia religiosa, con la lectura del Libro. No con motivo de informarnos, porque cuando se lee un libro sagrado todos saben lo que dice el libro, sino como estuviésemos leyendo y escuchando una letanía que nos llena el espíritu de buena disposición.
Y aquí Umberto Eco lee varios y abundantes párrafos – casi todo – del texto de Luis Borges La biblioteca de Babel en la prolija y perfecta traducción italiana.
El universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido, y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro, satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zaguán hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. [..]A cada uno de los muros de cada hexágono corresponden cinco anaqueles; cada anaquel encierra treinta y dos libros de formato uniforme; cada libro es de cuatrocientas diez páginas; cada página, de cuarenta renglones; cada renglón, de unas ochenta letras de color negro. También hay letras en el dorso de cada libro; esas letras no indican o prefiguran lo que dirán las páginas. Sé que esa inconexión, alguna vez, pareció misteriosa [..] Hace quinientos años, el jefe de un hexágono superior dio con un libro tan confuso como los otros, pero que tenía casi dos hojas de líneas homogéneas. Mostró su hallazgo a un descifrador ambulante, que le dijo que estaban redactadas en portugués; otros le dijeron que en yiddish. Antes de un siglo pudo establecerse el idioma: un dialecto samoyedo-lituano del guaraní, con inflexiones de árabe clásico. También se descifró el contenido: nociones de análisis combinatorio, ilustradas por ejemplos de variaciones con repetición ilimitada. Esos ejemplos permitieron que un bibliotecario de genio descubriera la ley fundamental de la Biblioteca [..]Afirman los impíos que el disparate es normal en la Biblioteca y que lo razonable (y aun la humilde y pura coherencia) es una casi milagrosa excepción. Hablan (lo sé) de «la Biblioteca febril, cuyos azarosos volúmenes corren el incesante albur de cambiarse en otros y que todo lo afirman, lo niegan y lo confunden como una divinidad que delira». Esas palabras que no sólo denuncian el desorden sino que lo ejemplifican también, notoriamente prueban su gusto pésimo y su desesperada ignorancia. En efecto, la Biblioteca incluye todas las estructuras verbales, todas las variaciones que permiten los veinticinco símbolos ortográficos, pero no un solo disparate absoluto [..]Hablar es incurrir en tautologías. Esta epístola inútil y palabrera ya existe en uno de los treinta volúmenes de los cinco anaqueles de uno de los incontables hexágonos, y también su refutación. (Un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos, el símbolo biblioteca admite la correcta definición ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales, pero biblioteca es pan o pirámide o cualquier otra cosa, y las siete palabras que la definen tienen otro valor. Tú, que me lees, ¿estás seguro de entender mi lenguaje?).
El texto leído, como todos saben es de Jorge Luis Borges, de su obra La Biblioteca de Babel, y me pregunto: cuántos de los que frecuentan la biblioteca, directores de bibliotecas, personal que trabaja en la biblioteca, aquí presentes, volviendo a escuchar y meditar estas páginas, no rememoran experiencias personales de juventud o de años maduros, de largos pasillos, y amplios salones; y es para preguntarse si esta biblioteca de Babel, echa a imagen y modelo del universo, no sea también una imagen y modelo de muchas biblioteca posibles.
Y me pregunto si es posible hablar del presente o del futuro de las bibliotecas existentes elaborando puros modelos fantásticos.
Yo creo que sí. "
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